En general, nos pasamos el día haciendo cosas, obedeciendo
impulsos, intereses, buscando algo sin saber muy bien el qué; con frecuencia
vagamos en el hacer perdiendo perspectiva, incurriendo en la falacia de la
falta de tiempo.
Todo lo que hacemos queda grabado no solo en la memoria, también
en nuestro cuerpo en forma de tensiones y en el registro de experiencia. Este
registro constituye el poso interno de nuestras acciones, la base de nuestro
aprendizaje.
Revisando el almacén de experiencias que es la vida, lo descubrimos lleno de antiguallas que tras el paso del tiempo, tendemos a olvidar. Sin embargo hay dos tipos de registros que no se borran con facilidad: el de contradicción y el de unidad.
Cuando conseguimos hacer coincidir lo que pensamos con lo que sentimos y podemos llevarlo adelante, sentimos la unidad en la que nos gustaría vivir cotidianamente. Por el contrario sucede más de lo que quisiéramos, que decimos unas cosas y hacemos o sentimos otras muy distintas, esto es contradicción.
La mente se deforma cuando la contradicción invade nuestros registros. Es más, tapando las conductas que nos llevan a esos estados de incoherencia, anestesiamos nuestra capacidad de sentir lo que nos pasa. Si no sentimos como influyen nuestras imágenes en nuestro cuerpo, no vamos a poder rastrear porqué nos enfermamos, o porqué dejamos de lado el interés por las otras personas. Así, guardados en las imágenes personales, perdemos esa dirección de apertura necesaria para regularnos. Si el marco de inestabilidad está fuera de la zona de confort, seguramente tengamos más equilibrio en los ámbitos más cercanos. Si por el contrario, nos encerramos entre las paredes de la sensibilidad, nos haremos rígidos frente a los estímulos que la perturben y sin querer nos envenenaremos dentro del propio confort.
Dentro de nosotros mismos hay un ser humano que se pierde con facilidad, que sin querer oscurece su espacio interno y que precisa poner intención en la construcción de actos válidos para dar sentido a la vida. Entonces quien piense en desarrollar este tipo de actos, que construyen en la dirección de la vida, tendrá que sumar al hecho de "hacer coincidir pensamiento, sentimiento y acción" el principio de "Tratar a los demás como quisiera ser tratado".
Me encantó la reflexión
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