“Es muy evidente que en la constitución del yo intervienen no solamente la memoria, la percepción y la representación, sino la posición de la atención en el espacio de representación. No se está hablando, por consiguiente, de un yo substancial sino de un epifenómeno de la actividad de la conciencia." Silo. Apuntes de Psicología IV
Todos hemos conformado un "yo" que constituye nuestra identidad para relacionarnos con otras personas o para referirnos a lo que hemos hecho o nos ha sucedido. Esa identidad "ilusoria", la sentimos como "real y permanente". Así vivimos identificados con ese "yo" desde que lo formamos hasta que morimos. Porque no se nace con un yo. La identificación con el propio yo se realiza a medida que las sensaciones del cuerpo se codifican y se codifican gracias al aparato de memoria.
Cuanto más identificados estamos con lo que creemos, pensamos, decimos o concebimos que es la realidad, más tratamos de reafirmar ese "yo". Más tensiones, más posesión con las ideas, más temores,... más problemas.
En momentos de crisis, cuando todo se cae, los personajes necesitan nuevas ideas que no van a llegar de la memoria, ni de lo ya conocido. Se requieren imágenes de otro tipo, esas que surgen si las buscamos con calma, sin apuro, relajando nuestras tensiones habituales. Este es el trabajo para dar transparencia a ese "yo" que con su aparente consistencia oculta el acceso a otros espacios más inspirados.
Si aprendemos a asumir lo que hacemos o lo que no, empezaremos a ver cómo somos o hacia dónde vamos. A reírnos de lo mucho que nos problematizamos y de lo poco que dedicamos a estar más despiertos. Un "personaje" que no es sensible al dolor y sufrimiento de otros es un "yo" descorazonado, opaco, incapaz de sentir el "nosotros".
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