Sin sentido

"Toda justificación de las acciones, sean éstas despreciables o excelentes, es siempre un nuevo sueño que deja el vacío por delante". Silo. La mirada interna. 

La insensibilidad por el dolor ajeno se extiende. Hay quienes desde el confortable sillón de casa juzgan la llegada de inmigrantes, los problemas laborales, la sexualidad de los otros o el acceso a una vivienda digna mientras escamotean el hecho de la guerra, del cambio climático o la corrupción a gran escala.

Se menosprecia a las personas con mayores dificultades, mientras se siguen en las redes modelos ególatras, planos y poco comprometidos. Las mayorías también se equivocan. Para preservar sus intereses se hacen cómplices con sus elecciones de una dirección pragmática errónea, muy alejada de las necesidades comunes o del cuidado de la vida.

 
“Mis razones” no son mejores ni peores que las razones de otros.

Son tiempos en los que resulta complicado ponerse de acuerdo con otros. Cuanto mayor es la aceleración, más difícil es pasar tiempo juntos, hacer cosas juntos o reflexionar con otros sobre lo vivido. Seguimos esgrimiendo razones que nos llevan al desentendimiento, a separarnos, posturas inmediatistas que no contemplan el proceso, ni el futuro. Sin embargo, si nos miramos a nosotros mismos, a lo que sentimos, hay pocas cosas que sean tan reconfortantes como los amigos o la gente que nos quiere sin necesitar razones para ello.

Desde los planteamientos negacionistas a los más conservadores, se observa un aparente abanico de posturas que tienen curiosamente el denominador común del individualismo.

Este individualismo, traducido en circunstancias personales o zona de confort, es un comportamiento de fondo al que tendemos y se manifiesta a través de conductas de las que ni siquiera somos conscientes. Por ejemplo la palabra libertad, utilizada para reclamar derechos y apertura en otros tiempos, hoy se usa para enarbolar la bandera del individualismo en detrimento de los más desfavorecidos.




Son momentos para coger una perspectiva nueva de nosotros mismos, en la que realcemos nuestros esfuerzos por sentir y querer a otras personas. No merece la pena olvidar lo importante.

Si alguien me dice que aquél que no come muere le responderé que así es, en efecto, y que está obligado a comer aguijoneado por sus necesidades pero no agregaré a esto que su lucha por comer justifica su existencia. Tampoco diré que ello sea malo. Diré, con sencillez, que se trata de un hecho individual o colectivamente necesario para la subsistencia pero sin sentido en el momento en que se pierde la última batalla.    Silo. La mirada interna.

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