Cuando Goya escribió en uno de sus cuadros "El sueño de la razón produce monstruos", quizá quiso dejar un aviso sobre como la razón trataba de eludir la importancia de los sentimientos en el pensar del ser humano.
Todavía hoy, cuando nos ponemos razonables, se nos produce la ilusión de que hablamos de la realidad. Pero cuando ese discurso razonable nos lleva a violentar a otros, nos convierte en monstruos. No solo el que golpea según sus razones, también los que aíslan o impiden la salida sin violencia del otro por otras supuestas razones. Probablemente tanto unos como otros lleguen a ver en sus sueños alguna monstruosidad que les persigue o trata de dañarles.
Nos dicen que lo razonable es acatar la hipocresía social de este momento. Falsos bandos persiguiendo objetivos comunes: poder y dinero. Palabras grandilocuentes como libertad, amor, fraternidad, justicia, patria, seguridad,..., maquillan los discursos de aquellos que subiendo sus presupuestos en armamento, justifican hechos tan atroces como la guerra, las migraciones obligadas o la desidia indiferente frente al dolor y sufrimiento de millones y millones de personas en todo el planeta.
Cada persona, en su interior también vive este choque entre lo razonable y lo que siente. Frente a una supuesta realidad inexorable, en la que aparentemente nada puede hacerse aparece la necesidad de que las cosas sean de otra manera. Y aquello a lo que llamamos razonable no es suficiente para explicar lo que empuja esta crisis que no parece acabarse: el surgimiento de una nueva espiritualidad.
Lo saben los jóvenes que necesitan ir hacia el futuro sin esas tensiones heredadas de otros tiempos. Lo saben los que decidieron no resentirse, ni culpabilizar a otros para arreglar sus cosas y salir del sufrimiento. También lo reconocen aquellos cuyos sueños les inspiran y consiguen abrir puertas a un espacio nuevo.
Para despertar hay que escuchar los propios sueños, estudiarlos. Esas imágenes con las que nuestra conciencia nos dice lo que padecemos, cómo sentimos de verdad las cosas y cómo es lo que queremos.
Tal vez, entre esas imágenes desconcertantes que surgen al soñar, sin los mecanismos de control que tenemos en vigilia, sin censura ni lógica aparente, estén escondidas esas respuestas que cada uno necesita para avanzar, para cambiar o para transformar la realidad de un modo nuevo.
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